Marc Chagall, un alma rusa en Paris
Después de las importantes muestras del año pasado en museos de Montreal y Los Ángeles, el maestro judío regresa a Europa. Dos nuevas exposiciones en Kunstmuseum (Berna, Suiza) y Centre Pompidou (Paris) muestran al artista ruso-francés que exploró recuerdos de su Rusia natal en Paris.
Sus obras aluden a un universo de fantasía onírica, transmitiendo aires de esperanza con intenso cromatismo. Su imagen recurrente es una mujer, como observadora de su mundo muy personal.
Perteneció a la vanguardia parisina. Su obra navega entre los límites de tres movimientos: Surrealismo, Fauvismo y Cubismo. Genio con un toque naif, ingenuidad y espontaneidad, son la esencia de la pintura de Chagall. Nos regala un arte casi infantil, ajeno al aprendizaje académico. Imaginación, energía y carga emocional, se respiran en sus obras maestras.
Marc Chagall (1887-1985) vivió en París desde 1911, creando pinturas que combinaban sus recuerdos de la vida provincial rusa con iconos de la metrópoli francesa. Reminiscencias del arte popular ruso y experimentos estilísticos demuestran que protagonizó la vanguardia artística parisina.
Conoció a la mayoría de los artistas de su tiempo, como Modigliani, Picasso, Robert y Sonia Delaunay…
El estallido de la I Guerra Mundial le sorprendió durante una visita a su hogar y se vio obligado a pasar los 9 años siguientes en Moscú. Finalmente pudo regresar a París en 1923 y en 1941 escapó del nazismo a Nueva York.
Tras períodos de grandes dificultades, su nombre fue reconocido en todo el mundo. Una eterna historia de amor con Bella, su musa y esposa rusa, le aportó inspiración infinita. Cuando ella murió, sintió su vida destrozada. Con ella desapareció su cómplice de raíces judías.
«Perdí mi vínculo vital con Rusia. Ella fue todo para mí: mis ojos y mi alma».