Pierre Bonnard, el color de los sentimientos
El francés Pierre Bonnard es famoso por su paleta de colores brillantes e iridiscentes, pero en el fondo era un alma extremadamente sensible.
Pierre Bonnard (1867-1947), miembro fundador del grupo postimpresionista de vanguardia, los Nabis, combinó el estilo impresionista con la pintura expresiva y modernista. Sus pinceladas presentan colores llamativos.
Su tema principal fue Marta, el amor de su vida. La mujer esbelta aparece a lo largo de su obra. Es imposible imaginar sus cuadros sin ella. Eran una pareja enigmática.
Se conocieron en París en 1895 cuando ella vendía sus flores de papel hechas a mano. Él tenía 26 años y ella 24, pero afirmó ser más joven y usó un nombre falso. Él pertenecía a una familia adinerada y ella tenía sus propios secretos. Permanecieron juntos durante cincuenta años, a pesar de que Bonnard tuvo numerosas aventuras con mujeres más jóvenes. Convivieron treinta años antes de casarse. Ella sólo reveló su nombre real en la boda.
Hasta su muerte, Martha de Méligny fue la figura central en la vida del pintor. Delgado, frágil, tímido, Pierre era un hombre de energía incansable, duro, resistente y un obseso del trabajo.
Bonnard estaba fascinado por los colores intensos. Los combinó en sus cuadros de una forma completamente individual, con gran intensidad.
Podía recrear luz solar brillante en el exterior y luz artificial en el interior. El color inunda sus lienzos, casi abrumando a sus figuras.
Bonnard fue miembro fundador de los Nabis, un grupo de artistas en París: Maurice Denis, Paul Serusier, Edouard Vuillard…
Los Nabis utilizaban manchas planas de color. Admiraban los grabados japoneses y a Paul Gauguin. Bonnard estuvo fuertemente influenciado por sus ricas composiciones cromáticas y emotivas. También se inspiró en Hokusai y otros japoneses. El apodo de Pierre entre los Nabis era “Le plus japonard” (el más japonés).
A Bonnard le encantaba pintar escenas domésticas y era conocido como un intimista. Le gustaban los interiores hogareños, reflejando aspectos inusuales de la vida cotidiana. Pintaba ambientes acogedores.
Sus pinturas cálidas, se centraban en tonos y materiales mas que en sus sujetos. Con ojo para el diseño, llenó sus escenas de elementos decorativos exuberantes.
Pierre pintó muchos desnudos, principalmente de su gran amor, Martha, lavándose, secándose o tumbada relajada en la bañera con el agua magnificando su cuerpo.
Martha se bañaba todos los días pues tenía tuberculosis. Estas reuniones íntimas eran parte de su vida diaria. Las imágenes muestran la anatomía femenina desde la mirada de su amante.
Bonnard rara vez pintaba del natural. Dibujaba su tema y luego pintaba en el estudio.
Pintaba directamente sobre rollos de lienzo y luego los cortaba una vez terminada la pieza. Algunos tardaba meses, incluso años, en terminarlos.
Trabajar de esta manera añadía nueva complejidad a las imágenes. Bonnard llenaba su estudio con cuadros por las paredes. Trabajaba diferentes temas simultáneamente: obras inspiradas en su jardín, paseos diarios o su hogar.
El impacto de la forma, el color y la luminosidad de Bonnard son tales que experimentamos sus raros momentos de hipersensibilidad, donde el tiempo parece detenerse.
Tenía la capacidad de saborear la calidad de los momentos fugaces, al márgen del tiempo real.
La serenidad de Pierre parece flotar, a veces, con un humor que no está contagiado por ningún tipo de malicia. Durante su vejez, la figura femenina desnuda, quedó como símbolo de una cultura que también iba pasando.
La cualidad de la fugacidad en las imágenes de Bonnard es única. Por el contrario, la obra de Monet se reconoce por su insistencia en el efecto momentáneo de la luz atmosférica. La de de Degas, por su actitud atrapada en la transición de una postura a otra. Monet registró cada estación del año y cada hora del día.
Para Bonnard siempre es primavera o principios de verano y pleno mediodía. No es sólo el movimiento de la luz o la forma de una figura lo que ha quedado congelado, sino todo el paso del tiempo.
A lo largo de su obra, Martha pasó toda su vida entrando y saliendo de baños, secándose perpetuamente, siempre joven y esbelta durante décadas, su piel reflejando los colores de las paredes de azulejos.
Sin embargo, la verdad era muy diferente: ella era una semi-inválida, con mala salud desde hacía cincuenta años. Después de la muerte de Martha en 1942, su habitación fue cerrada con llave y no le permitía entrar a nadie. Pierre vivió cinco años más, sin sirvientes, solo con su perro. El solitario Pierre deambulaba por su pequeño reino, Villa Le Cannet, absorbiendo sus matices y recuerdos.
Incluso con más de setenta años, consiguió mantener viva su apasionada pasión por la pintura. Su mundo seguía siendo deslumbrante: borroso, misterioso y saturado de color.
Era capaz de transformar en oro cualquier objeto común: un montón de sábanas en el armario de la ropa blanca, un radiador gris, la alfombrilla del baño, una mesa de metal verde junto a la higuera, el balcón amarillo…
Desde 2011 el Museo Bonnard en Le Cannet está dedicado exclusivamente al artista. Con su arquitectura Belle Epoque y su jardín de lujuria, muestra su última obra. Bonnard vivió allí durante más de 20 años y pintó 300 cuadros.
El experto en arte y galerista Aimé Maeght, hizo el inventario (1947) y conservó los lienzos para futuras exposiciones. Hoy el legado de Bonnard pertenece a colecciones de museos de todo el mundo y algunos se venden por más de 10 millones de dólares.
Bonnard ha sido protagonista de importantes exposiciones en el Museo de Orsay y el Petit Palais (París), el Museo de Arte Moderno y Metropolitano (Nueva York), el Instituto de Arte de Chicago, la Tate Modern (Londres), la Victoria National Gallery (Australia)…
La obra de Pierre divide opiniones. Pablo Picasso expresó su frustración por su constante necesidad de revisión, diciendo:
La pintura es una cuestión de tomar el poder.
Matisse, en cambio, apreció toda la profundidad de su expresividad y llamó a Bonnard…
Uno de los más grandes pintores de todos los tiempos.