Tàpies, centenario de un gran genio
La celebración de su centenario trata de reivindicar que el catalán Antoni Tàpies es una figura tan vigente hoy como en la época cuando creó sus obras. Esto solo pasa con los grandes artistas, por eso son universales y atemporales.
Antoni Tàpies ¿un clásico actual? ¿sigue siendo transgresor? ¿cómo miramos hoy al genio?
El gran pintor de la Vanguardia Abstracta, inicialmente influenciado por el Surrealismo y el Dadaísmo, fue una figura central en la órbita artística del Siglo XX. Muchas de las claves que sustentaban su obra continúan vigentes.
El año Tàpies llega cargado de actos conmemorativos con tres puntos cruciales celebrando al genio catalán:
La gran retrospectiva en el centenario de su nacimiento empieza en el Museo Bozar de Bruselas. Es su primera gran exposición en Bélgica con 122 obras, reunidas como pistoletazo de salida a la celebración del centenario de su nacimiento.
A partir de sus primeros dibujos y autorretratos, muestra sus pinturas matéricas de los años 50 y los objetos o ensamblajes de los años 60 y 70. Continúa con sus barnices de los 80 y concluye los 90, cuando Tàpies continuó la experimentación formal y material que siempre estuvo en el centro de su trabajo.
La exposición, comisariada por Manuel Borja-Villel, viajará a continuación al Museo Reina Sofía de Madrid (2023) para terminar su periplo en Barcelona, en la Fundació Antoni Tàpies (2024).
El Museo Reina Sofía acoge la retrospectiva Infinito Tàpies con motivo del centenario de su nacimiento. La muestra se inaugura el 20 de febrero en Madrid y es el plato fuerte de un programa jalonado de iniciativas culturales que reivindican su vigencia.
La Fundació Antoni Tàpies de Barcelona presenta varias exposiciones para conmemorar todo un año dedicado al pintor. La primera Tàpies · La huella del Zen, con quince piezas inéditas, nunca expuestas. Nos muestra la influencia de las filosofías orientales, especialmente el Budismo Zen, en la obra del pintor catalán.
La siguiente, con un enigmático título es A=A, B=B, inspirada en la evolución del pensamiento científico.
Hay una especie de dinámica, universalmente establecida en el mundo del arte, de la que es difícil escapar. Provoca que los artistas, con contadísimas excepciones, solo puedan ser justamente reconocidos después de que hayan transcurrido varios años, e incluso décadas, desde su muerte.
Tàpies es un artista que rompe con la idea del lienzo como algo que representa el paisaje. El crea paisajes abstractos, donde pensamiento y materia no están separados. Su obra tiene una serie de elementos que se van repitiendo, pero cada vez son distintos: la cruz, el círculo, la espiral…
Esto significa que crea una producción donde lo importante no son las ideas fijas, sino el flujo, el movimiento.
Como si el tiempo fuera el valedor necesario e indiscutible de la calidad del discurso creativo de las obras. A pesar de haber sido en muchos aspectos un adelantado a su tiempo –o precisamente por eso– Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) está dentro de esa categoría.
Tàpies fue muy reconocido mientras estuvo vivo (falleció en 2012), tanto a nivel de mercado como a nivel de exposiciones. Pero suele pasar que cuando una figura desaparece, pasan unos años hasta que nos damos cuenta de que no podemos dejarlo atrás porque forma parte de la memoria colectiva.
«Falta volver a ponerlo en el centro de los debates” según Imma Prieto, Directora de la Fundación en Barcelona. Sin embargo, lejos de regodearse en lo que fue, se trata de sentar las bases de lo que el legado del artista debería aspirar a ser.
El centenario se plantea, no sólo para homenajear un pasado, sino, sobre todo, para abrirnos a un futuro. Es decir, pensar el mundo en el que vivimos desde Tàpies, a través de su obra.
Una de las exposiciones, inspirada en Oriente es Tàpies · La huella del Zen comisariada por Núria Homs.
Otra, basada en la ciencia A=A, B=B está organizada por Pep Vidal. Su punto de partida es el libro La nueva visión del mundo (1954) que Tàpies conservaba en su mesita de noche desde su juventud. Recogía los diálogos sobre ciencia y filosofía en los años 50 en Sankt Gallen (Suiza).
La Fundació Antoni Tàpies celebra el centenario con otras actividades a lo largo del año, como los Conciertos de Raimon, Jordi Savall y Marina Harlop.
Transcurridos 100 años del nacimiento de Antoni Tàpies en Barcelona (13 diciembre 1923) y 11 de su fallecimiento (8 febrero 2012), surgen interrogantes:
¿Cómo ha trascendido su obra en la historia del Arte Contemporáneo? ¿Cuál es su ascendencia en las corrientes artísticas actuales?
Sin duda, el arte contemporáneo le debe mucho a Tàpies, a muchos niveles.
Aparte de su amplísima obra, Tàpies creó y promovió su propia Fundación, que fue y es una plataforma importante para entender el Arte Contemporáneo.
Muchos artistas jóvenes se han educado viendo las exposiciones que se han presentado en Barcelona.
Para la generación anterior, Tàpies era el emblema de la modernidad artística española, el exponente máximo de eso que se podría designar como Vanguardia en España.
Nadie mejor que él ejemplificaba la renovación estética que se fraguó a contrapelo del franquismo. Su universo plástico constituía ese perímetro de transgresión confortable, donde maduró el imaginario de tantos profesionales del arte.
Poco antes de su fallecimiento, el entonces Director del Reina Sofía, Borja-Villel, lo eligió como uno de los diez artistas vivos más influyentes.
Pero, tras una década sin él, la interrogación sobre su destino histórico se hace más necesaria que nunca.
¿Continúa siendo Tàpies una presencia para las nuevas tendencias del arte español?
En realidad, existe una grieta considerable entre la generación de artistas de posguerra –incluido Tàpies– y las nuevas corrientes artísticas. Se puede afirmar que el artista catalán funciona más como tradición que como modelo de transgresión para los nuevos protagonistas del arte.
Lo amplísima variedad de creación en el panorama actual ya no remite a los paradigmas estéticos del informalismo, sino, mas bien, a la reelaboración de los nuevos cánones generados por la Posmodernidad.
Tàpies queda convertido en un caso de estudio excepcional para esa arqueología de la libertad que se adentra en el horizonte perdido de la Modernidad. Quizás, esta circunstancia no deba ser contemplada en términos negativos si nos atenemos a la propia voluntad del autor.
Como el mismo dijo…
«Aspiro a formar parte, algún día, de la autoridad de la tradición».
Para el, la idea de tradición se articulaba en la forma transformaciones, siendo el arte un vehículo en continua evolución.
Uno de los grandes caballos de batalla que ocuparon a Tàpies en su último periodo fue la impugnación del naturalismo y la estrategia de apoderarse del sentido de la tradición. En sus propias palabras, dijo:
«Resulta grotesco cómo los académicos de siempre siguen autodenominándose guardianes de la tradición».
Tàpies y la guerra de bandos: Abstracción contra Realismo
La cruzada contra el Realismo lo convirtió en protagonista destacado de la polémica que, en 1993, electrizó el ambiente del arte español con la exposición antológica que el Museo Reina Sofía le dedicó al hiper-realista Antonio López.
Para Tàpies, la abstracción determinaba un punto de no retorno que imposibilitaba el más mínimo coqueteo con la figuración.
Pocos son los artistas que se plantean una competición existencialista y antagónica entre Abstracción y Figuración.
Las nuevas generaciones transitan por ambos territorios con una naturalidad que exorciza viejas rencillas entre ambos bandos.
Algunos de los rasgos nucleares de su obra todavía ofrecen alternativas válidas para las nuevas generaciones.
s necesario retrotraerse a 1953-1954, cuando, en Barcelona, después de su interesante periodo magicista vinculado al grupo Dau al Set, realizó sus primeros cuadros matéricos.
Bajo el influjo de las fotografías del francés Brassaï, y de pintores como Dubuffet y Faurtrier, comenzó a mezclar los colores con tierra, polvo de mármol y cola.
La idea de muro comenzó a adquirir una materialidad que recordaba a sus años de encierro durante la Guerra Civil, donde las paredes delimitaron el estrecho espacio en el que transcurría su existencia.
Tàpies y los caminos del silencio
A diferencia de la Action painting de Jackson Pollock, lo que vemos en las obras de Tàpies no son las marcas de la acción, sino las huellas de la contemplación.
Es conocido su interés por la cultura de Extremo Oriente y, más específicamente, por la filosofía zen.
Tàpies recaló en la filosofía oriental como un modo de resolver el conflicto vivido de niño, entre un padre anticlerical y una madre católica.
Lo contemplativo, en sus obras, es el fundamento de su arquitectura estética y discursiva. Sus obras determinan caminos de silencio que conducen a ningún sitio. Y, en este sentido, en un contexto como el actual, caracterizado por la palabrería extrema, el ruido desquiciante y la semántica perversa, su monumento al silencio erigido, durante casi seis décadas, se revela como un oasis de meditación.
Marina Abramovic quiso ofrecer a los neoyorquinos, su obra Ocean View (2002), un espacio para el reposo y el silencio que los sanase de los episodios traumáticos del 11-S. También Tàpies, desde la primera mitad de la década de 1950, propuso un itinerario alternativo para la modernidad ruidosa y productivista que, a día de hoy, permanece vigente.
A pesar de su lejanía en el tiempo, algunos de sus planteamientos pueden ser reinterpretados en la actualidad pues su obra posee una potencia de silencio digna de seguir siendo estudiada.
La mejor tradición es aquella donde siempre se puede volver a aprender. En el caso de Tàpies es un paradigma.
Tras su fallecimiento, muchas voces lanzaron señales de alerta sobre el estancamiento de precios de sus obras. El artista catalán rompió en 2014 todos los récords de su obra al subastarse una de sus obras, en Christie’s, por 2,8 millones de euros.
El nivel alcanzado por la puja fue sorprendente y después, no se ha vuelto a alcanzar esta cifra.
Curiosamente, en la valoración económica de la obra de Tàpies existe una poderosa disimetría entre los trabajos pertenecientes entre las dos décadas, los 50 y los 60, y otros mas tardíos realizados a partir de 1980.
Los primeros muestran una cotización millonaria y con un perfil estable e incluso al alza.
En cambio, sus obras posteriores, rara vez superan los 500.000 euros pero el interés se mantiene. Todas se venden.
Artista autodidacta durante el periodo de entreguerras, Tàpies reflexionó sobre la condición humana, su situación histórica y la práctica artística, especialmente sobre los límites y contradicciones de la pintura. Su obra, muy prolífica, está repartida por museos de todo el mundo.
La dimensión espiritual que alcanza el silencio en sus obras, retorna hoy con una fuerza revolucionaria y contracultural intacta y susceptible de ser reivindicada.
Tápies dotó a su pintura de una esencialidad que solo se explica por su voluntad de despojarla de todo. De la dialéctica del engrosamiento y de la erosión de sus lienzos, solo quedan huellas… huellas de palabras y pensamientos, que, en definitiva, dibujan el perfil del silencio en su arte.
- Museo Reina Sofia, Madrid, desde 20 febrero de 2023
- Fundació Antoni Tàpies, Barcelona, 2024